La carta del fin del mundo, escrita por Newton.
En el libro “Observaciones Sobre las Profecías de Daniel y del Apocalipsis de San Juan”, publicado en 1733 –seis años después de la muerte de Newton– por T. Browne y J. Darby, el científico inglés asegura:
“La locura de los intérpretes ha sido predecir tiempos y cosas usando esta profecía, como si Dios hubiera decidido hacerles profetas. Por esta temeridad no sólo se han puesto en evidencia a sí mismos, sino que han traído sobre la profecía también el desprecio. El plan de Dios no podía ser más diferente. Él nos dio ésta y las profecías del Antiguo Testamento, no para satisfacer las curiosidades de los hombres permitiéndoles conocer de antemano las cosas, sino que después de que se hubiesen cumplido pudieran ser interpretadas por el evento, y su propia Providencia, y no por los intérpretes, para ser manifestadas por tanto al mundo. Porque la ocurrencia de los eventos predichos muchos siglos antes, será entonces un argumento convincente de que el mundo está gobernado por la providencia”.